Con la finalidad de evitar más atracos y de detener a los asaltantes, los jefes policiacos tuvieron la brillantísima idea de camuflar a un elemento de la corporación, para colocarlo en uno de los establecimientos comerciales a los que los malandrines son más afectos.
El seleccionado dejó el uniforme en casa. Se presentó en el negocio en el que fue comisionado, enfundado en una filipina blanca. Con sumo cuidado escondió en su cuerpo el arma de cargo.
Mientras fingía hacer las funciones propias de un empleado de farmacia, de reojo estaba pendiente de la clientela.
Sobra decir que este policía encubierto estaba preparado para lo que “se ofreciera”.
Intempestivamente unos pillos entraron al comercio. Amagaron a los empleados y empezaron a despojarlos de sus pertenencias.
El policía, que supuestamente fue colocado allí para frustrar cualquier eventualidad, también fue robado. Los amantes de lo ajeno le birlaron su pistolita.
Lo anterior no sucedió en alguna película de Viruta y Capulina, ni es un episodio chusco de algún comediante, el hecho ocurrió este lunes a las 7 de la mañana, en Chetumal.
Fuente: Despierta Quintana Roo
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